ANTIGRIPAL

Jero se levanta. Corre la cortina pero no abre la ventana. Está prohibido abrir las ventanas. Jero mira el purificador de aire y se tapa los oídos. No recuerda cuánto hace que vive con ese sonido constante. La fiebre porcina afecta todo el mundo. Jero camina hacia la cocina. Abre la alacena. No hay café. Jero cierra la puerta fuertemente. Ésta se rompe. Vuelve a su habitación. Mira por la ventana el mercado abandonado enfrente de su casa. A esa hora no hay controles de cuarentena. A esa hora es seguro. Casi. Camina hacia el living, donde hay una taza de café que queda desde la noche anterior. Está frío. Lo lleva a la cocina y abre el microondas. No hay electricidad. Jero agradece a la Ley de Consumo de Energía. Camina hacia la habitación, se pone un pantalón, un buzo, una campera y un gorro de lana. Antes de abrir la puerta de su departamento, toma la máscara antigas y se la coloca. Llama al ascensor. Ya está ahí. Nunca se mueve de ese piso. Nunca tiene luz. Baja por las escaleras los 5 pisos. Camina por el lobby, con sus puertas rotas desde hace tres años. Sale a la calle. Se sube la campera hasta el mentón. Mira para ambos lados. Luego hacia arriba. No hay ruidos de helicópteros. Tres cadáveres. Malo. La patrulla tiene que pasar. Jero entra al mercado por la ventana. Esquiva las latas de conserva del piso. Se dirige directamente a una góndola. Un ruido se escucha en ese instante. Jero mira hacia la calle. El camión de la patrulla aparece lentamente. Los limpiadores a pie agarran los cuerpos tirados. Un gato juega con una lata. Los únicos animales sobrevivientes a la gran pandemia. Junto con las palomas, obviamente. Ahora se devoran entre ellos. Incluso comen humanos. Un limpiador es atraído por el juego del gato. Jero se arrodilla y se tapa con un cartel de ATC, la televisión pública, único medio sobreviviente a la gran peste. Junto con Utilísima, claro está. Cocinan con trajes herméticos. El limpiador le arroja una piedra al felino. No le pega. Sale de la tienda y se une con sus compañeros. La calle está libre de cuerpos. Jero se levanta y agarra una lata de café. Agarra la última lata de café. Sale lentamente de la tienda. Mira para todos lados. Está solo nuevamente. Cruza la calle. Escucha un maullido. Se da vuelta. EL gato juguetón está parado sobre una paloma. Su boca está llena de sangre. Jero continúa su caminata. Entra al familiar lobby del edificio. En una esquina, un grupo de palomas picotea el cuerpo de un gato pequeño. Ojo por ojo. Jero sube por las escaleras. Entra en su departamento. Se saca la máscara y la campera. Abre la lata de café. Jero estornuda. Se asusta. Utilísima dice que las máscaras son eficientes en un 95%. Que pueden fallar. Jero se pregunta. ¿Será verdad?

Escrito por Brian Arizcuren, un compañero de facultad y futuro cineasta de renombre